jueves, 6 de diciembre de 2012

Cómo no odiar al Teletón

Independientemente de que haya sido creado por Televisa en un arranque de lirismo humanitario o como una estrategia financiera de altos y oscuros vuelos para evadir impuestos, el caso es que los CRIT cumplen la función de atender a niños con discapacidad a los que el IMSS y el ISSSTE ya condenaron al cadalso y al olvido. Si uno que bien puede lidear con el transporte público siempre sale regañado del Seguro, imagínese lo que padecen los niños con discapacidad, y sus familiares que de por sí ya la tienen todas en contra.  
Los CRIT (o seá el Teletón, pues) son centros especializados en tratar problemas  de discapacidad. Así, sin tanto choro. Una unidad más como Ortopedia, Oncología o Cardiología, pero que no pertenece al Estado porque el pinche Estado tiene manitas de estómago y cuanto toca lo deshace. Gente bajando de camionetones de pocas tuercas o gente subiendo en huarachitos y rebozo (literal, ¿eh?) acuden por ayuda al lugar, y  se les apoya.
¿Qué es lo malo del Teletón? Que lo maneja y promueve Televisa. Y como consecuencia de esto, los anti-televisos comienzan a intentar boicotear la recolecta del Teletón para meterle una zancadilla a la televisora, sin reflexionar en que se llevan a los discapacitados entre las patas. 
Mi intención no es hacérsela llorona y lanzarle una historia lacrimosa (para eso está Televisa) para que afloje unos chelines y contribuya a la causa. No. La verdad la mayoría andamos más brujas que las de Salem y los aguinaldos duran menos que felicitación navideña, y quien quiera y pueda hacerlo (o no quiera y no pueda) está en su derecho. Mi intención es dar argumentos para que los detractores de Televisa (muchísimos de ellos de mente más cerrada que monedero de agiotista) vislumbren mejor los objetivos de sus reclamos.
Así pues, he aquí las recomendaciones.
1.- Apague la Televisión. Ninguna empresa pagará publicidad a una televisora que nadie ve. Punto. 
2.- Si esto es muy difícil porque a usted le gusta andar viendo viejas buenonas, entonces sálgase a pasear con la familia a las plazas. Hay una enoooorme cantidad de mujeres bellas en éste país, y así evitará la tele y convivirá más con los suyos fomentando la integración y llenándose los ojos de chicas guapas. (Por favor, se le recomienda ser discreto o la señora le puede reventar el hocico de un bolsazo bien medido)
3.-Si a la señora le encantan los dramones, déjela que se junte con las vecinas, anímela a que se integre al patronato escolar o a la cooperativa o motívela a que vaya a tomarse el café con las amigas o a ponerse uñas a la estética. Las tragedias reales son muuuuuuuuuuuuucho más lacrimosas, intrigosas y espeluznantes que las mediocres, mochonas y absurdas novelas de la tele.
4.-Déle rienda suelta a una auténtica pasión pambolera y déjese de mafufadas de socio Águila y esas tonterías, y váyase a uno de los miles de campos llaneros en donde los partidos sí son hasta que truene el hueso; o mejor aún, practíquelo y disfrútelo para que no le vengan los "estadistas" de la tele a explicar el deporte. Hágase un conocedor, y cuando alguien le grite "Arriba el América", usted piense que eso es tan importante como decir "El azulejo es verde". 
5.-Si su problema son las series policíacas, encuentre las pistas diseminadas en los periódicos acerca de los movimientos financieros de Tamaulipas; o las declaraciones intrigosas con Elba Esther Gordillo, o descubra las negras intenciones tras los enfrentamientos del primero de diciembre. Con tres o cuatro periódicos, seguro se convertirá en un hábil descubridor de tramas. Garantizado.
6.-Ponga música. Disfrute, cante, practique sus pasitos domingueros; aprenda a comprender a los regguetoneros, los sonideros, los gruperos, los rockeros, los boleristas, los instrumentistas. La música le permite desarrollar la sensibilidad de su sentidos y activa el cerebro, y
7.- Abra un libro y lea. Todo cuanto usted imagina y mucho más de lo que usted no se imagina, está ya escrito. Lo mismo que ve en la tele, pasó antes por ser un conjunto de letras. Ahí se encuentra una gran parte del Universo.

Esto, más que el boicot a la recaudación, servirá para cimbrar la mediocridad de Televisa, y créame que miles de niños discapacitados, y miles de sus padres - ya de por sí en condición moral muy complicada- se lo van a agradecer. 






jueves, 5 de abril de 2012

La mente fuerte domina

La mala fortuna de ser consecuente es que esa posición siempre tiene un peso específico bien determinado. O sea que de que pesa el mugre piano, de verdad que sí pesa. Abrir los ojos y tener que retractarse de algo que se ha afirmado con la suficiente energía como para que el conejito Energizer se quede a medio vuelo como Roberto Madrazo en maratón europeo, siempre es algo incómodo.
Pero no es mi culpa, sino de aquellas personitas quienes siempre tienen la boca embarrada de razón: Por alguna siniestra causa, sus neuronas se adaptan perfectamente al inevitable ordenamiento lógico y con dos tres palabritas le ponen en su madre a estructuras fractales ya elaboradas con harta chamba anterior.
Un día de hace un buen de años - cuando fumaba como tren transiberiano con prisas-, llega Rick y con cierta siniestra y malsana delicadeza lleva la plática hasta el punto de hacer patentes sus reticencias de fumar: "Si me ufano de ser un hombre libre, ¿Cómo puedo esclavizarme a un cigarro?" -dijo.
Guevos!!! Eso fue como transformar mis adorados cigarrines de esposa amorosa a suegra regañona con un pase que hasta el mismísimo Harry Potter hubiera envidiado. Por supuesto que la mente fuerte domina a la mente débil y jamás pude retornar a mi lúdico suicidio, por lo que abandoné el cigarro. Ahora cada que veo uno, imagino a la mamá de un granadero de los feos.
En otra ocasión, cuando el altero de facturas de ropa de Angie amenazaba con alcanzar las dimensiones reglamentarias del trampolín de cinco metros olímpicos, mi indignación fue hecha trizas con la sencilla frase de "Tú trabajas para que yo disfrute, ¿no?". Desde luego que el trampolín disminuyó a parámetros dignos de un chapoteadero, pero el golpe fue demoledor. Ni cómo decir que no era cierto.
Ahora le tocó su turno al Rom quien me dice que no había podido encontrarme porque ya hay un buen de weyes con el mismo nombre.Conclusión: Ahí está la pinche foto que dije que núnca iba a poner.
No es que no sea consecuente con lo que digo... es que la mente fuerte domina a la mente débil. Ni pech.

miércoles, 22 de febrero de 2012

El sueño de niños



Todos hemos tenido sueños de niños. Una u otra cosa, siempre se ha deseado con el fervor suficiente como para hacerla obsesivamente inolvidable y, así, tratar de conseguirla a la primera oportunidad que se tenga. Tengo amigos que ya en plena madurez aún se alocan gacho con el trenecito eléctrico que no puede faltar cada año al pie del arbolito de navidad, o la infaltable y mugrosa camiseta del América, Chivas, Cruz Azul, la pista de carreras o el eterno y mugroso oso de peluche con un nombre tan bochornoso como Filogonio, Godofredo Cipriano o Caramelín. (Y me estoy viendo fresa, algunos tienen nombres que de plano ni los más apurados santeros utilizarían aunque hubiese que llenar a guevo el calendario festivo).
Pero a pesar de que mi psiquiatra diría que es una forma de compensación ante las carencias afectivas y sha la lá, la verdad es que sí envidio a quienes ponen sus esperanzas en la camiseta,el trenecito, el oso baboso o la muñeca de trapo, porque- aunque sea tarde-, pueden conseguirlo, y además son sueños nobles. Porque los que tenemos el alma retorcidísima difícilmente podremos ver coronadas nuestras ilusiones. ¿O alguien sabe en dónde pueden venderme un Panzerdivizionen alemán de asalto con parque y torreta? No, ¿verdad?
Y es que desde siempre he sentido una poderosísima aversión hacia esa manía desquiciante que significa el deambular con prisas por el tráfico de la ciudad.
Desde niño, mis primeras groserías fueron "Muévete,pendejo""¿Te paso de la manita, mi rey?""¡Vieja estúpida! " y, por supuesto, "¡Pinche tráfico!" que mi padre repetía como mantra a las llamadas horas pico de las 8 de la mañana, las 2 de la tarde o las 6 de la tarde.
No recuerdo haber deseado tener alas o un helicóptero. Lo que recuerdo es que deseaba quitar el tráfico y que mi papá no se enojara, pero con el tiempo cambié de parecer y ahora, ante la monstruosa cantidad de automóviles y su belicosidad, no me queda de otra que seguir soñando con avanzar en mi súper tanque en mi propia blitzkrieg hacia la chamba y metiéndoles méndigos bazukazos a los microbuseros gandallas lanzaláminas, o quitar de sonoro putazo a los camioneros que hacen su concierto de claxonazos, mandar patas pal carajo a las ñoras malaleche que se paran gandallonas a botar a los escuincles en el colegio a mitad de la avenida ó ( y esto es lo más agradable) desmadrar con fuego nutrido las patrullas mordelonas y las pinches grúas sacalana de la policía.. y ahí sí, échenle weyes a ver si de verdad son tan bravos!!
Por desgracia, cuando los nazis valieron chetos, lo mejor que hicieron los aliados fue destruir la fuente de sus insomnios y a los panzer se los cargó el payaso. Pero a lo mejor y algún día se compone el tráfico gracias a una nueva cultura cívica o a nuevas disposiciones y rutas de traslado, o algún pendejo ocioso puede reconstruir mi nave de ensueño.. .algún día..

domingo, 19 de febrero de 2012

El mejor homenaje

Viajar en el metro es, como todo el proletariado sabemos, una de esas odiseas infernales plagada de toda la cantidad posible de sucesos inimaginables. Ni al caso enumerarlos; no es mi deseo narrar más penas de las que cada uno tiene, ni espantar a los niños -cuya vida peregrina depende del automóvil- para que le recen fervientemente a San Pepino para que jamás se les descomponga el transporte. Sin embargo, y a pesar de lo que pueda suceder, lo prefiero antes que volverme más neurótico con el tráfico de las calles. Además, el no tener el volante entre mis manos me permite ocuparlas en uno de mis mayores y más gratificantes vicios: Leer (Albureros y vouyeristas, favor de abstenerse de comentarios).
Es martes y regreso de cumplir la cuota obreril mientras el vagón del metro se llena hasta el tope. Son las seis de la tarde y ha comenzado la que mi compadre Oliver llama "La hora del esclavo", y vamos de regreso a las barracas. Saco de inmediato mi libro: "El general orejón ése" del mega maestrazo Paco Ignacio Taibo II. Una excelente biografía del general Mariano Escobedo. Me quedé en la página 12, y comenzaré a implementar mi concentración cuando inicie el desfile de sonideros de CD´s de cumbias, rancheras, merenglasses, reaggetones, clásicosdesiempre,reinasdelamúsica, ofertaspromocionesypropagandas, y la infaltable peregrinación de bonitosregalos-bonitosdetalles-paraelniño-paralaniña, cuyo escándalo rebotará potente en las dos únicas neuronas que me quedan y provocarán que me quede viendo cada página como el perrito dálmata de la RCA Victor.
Respiro profundo, y antes de comenzar, aprovecho un repentino oleaje de personas para apañar asiento. Vientos! Ni duda que diosito sí se apiada de los pendejos.
Ora sí, con nalguitas seguras - ¡No saben cada cosa que pasa en el metro!-, y bien arranado, abro el libro y no he llegado al tercer renglón cuando el movimiento y la radiación de humanidad provocan que...¡Comience a quedarme bien jetón! ¡Vale gorro! Por más que hago gestos para mantener los ojos abiertos (Marcel Marceau se queda corto) nada más no puedo, y comienzo a cabecear para todos lados como futbolista llanero amateur.
Cada vicioso tiene sus mañas: He visto a amigos ponerse hasta el cepillo y roncar como morsas en celo, pero eso sí, con el vaso de sotol bien agarradito y sin tirar ni una gota. Es todo un espectáculo digno de que los del Cirque du Solei los contraten, pero como son medio mamilones, aún no pueden ver las potencialidades del caso.
Bueno, pues no soy la excepción: puedo quedarme dormido a punto de desahucio pero con las garritas bien apañadas a un libro. Y exactamente eso fue lo que pasó durante un buen número de estaciones, hasta que mis ronquidos fueron interrumpidos por un movimiento fuerte en la mano que me obligó a abrir los ojos y suspender el babeo: Un niño estaba hincado frente a mí con los ojos literalmente clavados en el libro.
Intenté despabilarme (Ja, es un decir: llevo muchos años intentándolo y nomás no me sale), y comprendí que el niño estaba limpiando zapatos para sacar unas monedas, y de pronto le llamó la atención el baboso ése jetón que llevaba un libro colgando del brazo, para acercase a ver de qué se trataba. Estaba tan pegado al libro -literalmente- que entendí que tenía severos problemas de miopía, y en voz muy baja trataba de deletrear cada palabra.
- Ahí dice de una muerte, ¿verdad? - dijo mientras levantaba su carita llena de manchas y suciedad, y yo trataba de hacer tierra entre un sueño interrumpido y una situación completamente inusual que provocaba que todo el vagón estuviera pendiente de la escena.
- Sí, algo de eso dice - creo que contesté, y el niño volvió a sumergir la cara en las páginas y en susurros regresaba a deletrear cada sílaba.
No supe qué hacer. Era obvio que el niño no asistía a la escuela - por eso estaba limpiando zapatos en el metro- y la repentina fascinación que mostraba por el libro era más que conmovedora. Nos quedamos así durante un par de estaciones: Él arrodillado frente a mí con su carita metida en el libro abierto, y yo sosteniéndoselo como cura pueblerino del siglo XVII si saber qué hacer o decir, hasta que me preguntó en qué estación estábamos.
- Portales- le contesté.
- Yo me bajo en la del señor que está parado - me dijo.- ¿Falta mucho?
-Dos estaciones- contesté comprendiendo que se refería a la estación de General Anaya.
Y de repente comprendí que en vez de darle dinero, debía entregarle el objeto de su fascinación.
-¿Está bueno el libro?- le pregunté.
- Si.
- ¿Lo quieres?- Afirmó con un gesto enérgico de su cabecita-. Llévatelo para que lo vayas leyendo.
Ni dos segundos lo dudó. Tomó el libro y se levantó como alma que lleva el diablo, no fuera siendo que el mamón que se lo dio se fuera a arrepentir y, para sorpresa de todos cuantos contemplamos la escena, se fue un vagón adelante a tumbarse a medio piso a leerlo. ¡Ya se había olvidado del trabajo!
Permanecí contemplándolo hasta que llegamos a General Anaya y el niño se bajó con su tesoro bajo el brazo, mientras todo se me agitaba desbordadamente entre las costillas. De toda la inmensa cantidad de situaciones que existen en esa Corte de los Milagros que representa el metro, ésa es la única que no me habría esperado jamás. Uno está acostumbrado a sortear la lástima y hasta el miedo, pero jamás la esperanza. Y para un malamadrero profesional y entrenado como yo, ése tipo de cosas se convierten en la kriptonita más eficaz para recordarnos que los milagros sí existen aunque uno siempre los ignore y mande a la chingada a los optimistas y a los piadosos. Por esta ocasión, el mugre chamaquito me volvió más humano.
Siempre pensé que el mejor homenaje a un escritor es comprar y leer sus libros. La colección de mi escritor preferido ha quedado incompleta, pero creo que Paquito Taibo comprenderá que no podría idear mejor homenaje.
A tu salud, viejo.
 
 
 

viernes, 20 de enero de 2012

Hay que ser sano!

No se que me da más miedo, si enfermarme o tener que asistir al Seguro Social a que me atiendan. Dado que la automedicación es ahora más penado que volarse lana del erario federal, se ve uno en la necesidad de asistir al médico aunque sea por unos mililitritos de penicilina para cortarse una infección en la garganta. Ahora cuando pido jeringas hipodérmicas en la farmacia, me miran a como si me hubiera echo pis en los contenedores de LICONSA.
Existen tres tipos de médicos: El sanador, el terapeuta y el carnicero. El primero no solamente nos da las pastillitas milagrosas (acido acetilsalicílico y paracetamol) sino que nos ve como seres humanos caídos en alguna desgracia viral. Sale uno con ganas de apapacharlo si no se estuviera enfermo. El segundo solamente nos mira con cara de "no tiene usted nada" y medio nos terapea con que "Tome dos de estas y evitará morirse" y buena suerte para la otra; y el tercero hasta nos regaña por llegar enfermos ("¡Pinches humanos chafas! ¿Por qué no se mueren en silencio?"). De la suerte de uno corre el tipo de médico que le toca que lo atienda. No es eso lo complicado pues hasta en los mejores hospitales privados se encuentra uno con esas categorías. No. Lo complicado es la tortuosa burocracia que debe cumplirse para ser atendido.
En primer lugar, uno no va a ver al médico a menos que se sienta mal ¿no es cierto?, entonces descubrir una fila interminable de gente con caras de actores maquillados en casting para película de horror esperando un papelito para poder ingresar a la clínica, es ya una tortura. Algunos llegan tan mal que hasta dan ganas de regalarles el lugar con tal de que no sigan sufriendo, ni de que lo depriman más a uno. Y comienza a correr el tiempo entre estornudos estridentes, toses discretas, miradas gachas, llantos de niños, movimientos lentos, rictus de dolor e ires y venires de enfermeras, asistentes, doctores y desespero. Es tanta la angustia por ser atendido que hasta se aguanta uno las ganas de ir al baño con tal de que no le ganen el asiento o de que la enfermera de recepción nos llame y por andar haciendo caritas de león, se pierde el turno y hasta dentro de tres horas más. Después, viene el trato con el doctor: si es apapachador, valió la pena la espera; si no, con vista de rayos X ven si nuestro dolor es intenso o solamente un recursos marihuanero de nuestra mente y nuestros nervios - mientras uno trata de evitar estornudar para que no se nos salga un pedazo de cerebro por las fosas nasales- y, tras regañarnos por dejarnos enfermar - "Todo es mental. Todo es mental"- deduce que con dos pastillitas sale el asunto. Más vapuleado aún, se necesita poner cara de auténtica misericordia capaz de hacer que Silvia Derbéz y Libertad Lamarque parezcan jetones granaderos, si se requiere que le den a uno el papelito de la incapacidad.Otro show. ("No manche, seño, ¿Cómo tres días de incapacidad? Con esa lepra usté no dura ni dos!!..Un día es suficiente") "Tá bien, Cabra de Bolones, Mingren a su Chadre, dénme los que quieran!!" y con la certeza de que en un día desaparecerá esa migraña crónica o que se resanará pronto el dedo a medio amputar, va uno a la farmacia de la clínica en donde Oh, desgraciada desgracia, ya no hay pastillitas milagrosas!! ...Triste mi calaca, me cae que sí. Ora con mi recetita a desembolsar otros cincuenta varitos en la farmacia de la ridícula botarga bigotona, por que en las de patente me puede dar diabetes nomás de ver el costo.
Por eso lo mejor es comer sano, no desvelarse, atizarle con verdadero fervor a las hierbas y las verduras y mandar al averno los chescos y los cigarrines; andarse cuidando, porque -como diría mi abuela- "En el pecado está tu penitencia".

martes, 29 de noviembre de 2011

Las palabras de algodón

No estoy de acuerdo con utilizar palabras de algodón de dulce para mencionar condiciones de trágica atención. Me zurra completamente decir "Sexoservidora" "Persona con capacidades diferentes" "Personas con movilidad limitada" "Personas en condición vulnerable" "Adultos en plenitud" y otras tantas más que, más que pervertir el lenguaje, trastocan una realidad apabullante.
Entiendo perfectamente que la mayoría de ellas fueron concebidas - y qué bueno que así es- para atender algo que es muy importante, y que se llama Dignidad. Las palabras crudas que se les asignaron desde los principios mismos de la creación del lenguaje como puta, tullido,pobre, viejo, etc.,etc., evolucionaron hasta dejar de ser sustantivos y se convirtieron en adjetivos llenos de desprecio por la diferencia o la ocupación. Una preferencia sexual - como tal es- se tradujo en puto y lesbiana, con toda la carga peyorativa que podría asignarle ese rechazo que significa el miedo a la indiferencia. Una persona en condición de vulnerabilidad - de que es vulnerable a todo: hambre, sed, frio-, es decir un pobre - alguien sin recursos económicos que le permitan subsanar sus necesidades más elementales- se transformó en un "pobre" jodido,mugroso,apestoso y lastimoso ser humano como adjudicación de las ccaracterísticas y consecuencias que su situación le ha acarreado. Y así sucesivamente.
¿Es bueno que se haya tratado de revertir el uso peyorativo de estas definiciones para rescatar la deteriorada dignidad de quienes se encuentran en esa condición? Por supuesto que sí, y eso debe ser alabado. El problema aquí, es que una vez que se ha suavizado el calificativo, pareciera que también se ha intentado suavizar la condición, y en consecuencia, se ha relajado la atención que se merecen todos aquellos que se encuentran en situaciones particulares. Llamar sexoservidora a una mujer que ejerce la prostitución no le resuelve ninguno de sus problemas; es más, como ya no se le ofende verbalmente con la palabra puta, pues puede uno voltearse hacia el otro lado de la acera y dejarla en paz sin preocuparse si esas condiciones de ganarse el sustento podrían ser revertidas y ella emplearse en otra cosa. Decirle a alguien que no esta tullido sino que tiene capacidades diferentes no le da empleo en ningún sitio debido a la discapacidad o falta de algún miembro de su cuerpo, y provoca que no se le ponga más atención dada que su "diferente capacidad" tiende a convertirse en una "normalidad" que no requiere mayor importancia. En consecuencia, llamarlos sexoservidoras, personas con capacidades diferentes, personas en condición vulnerable, etc., es un paso importante para rescatarles la dignidad y evitarles la marginación, pero nosotros debemos ser conscientes de que siguen siendo putas, tullidos y pobres, porque la crudeza de esas palabras nos recordará que debemos trabajar arduamente en buscar condiciones que puedan proporcionarles a todos ellos una vida mejor.  Y si no... que chinguen a su madre los lingüistas.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Seguiré pagando...

Hay personitas que nacen para ser adoradas por todos y aunque no son la clásica monedita de oro, por lo menos de oropel seguro que sí.  Todo el mundo parece quererlos. Dan la impresión de no ser tan humanos a pesar de que las envidias se afanan en hacerlos humanos a hue-hue (Léase: forzosamente, en otomí antiguo ¿va?). Son personitas a las cuales su brillo les hace parecer santos monones de esos que pintaban hasta el maldito hartazgo los ociosos religiosos de las etapas macisas del culteranismo católico (Léase: Renacimiento y demás pa´cá ¿ok?). Como tengo la envidiable fortuna de conocer a un buen de esas personitas brillosas y brillantes, he podido darme a la ociosa tarea de intentar clasificarlos por su luz. (No es mentira, neto que sí. Si todavía viviésemos en la época de la esclavitud, chingo a mi madre si no los encadeno a todos en la finca algodonera y con su resplandor ni madre que les vuelvo a pagar un cinco a los gueyes de CFE, me cae). Evidentemente, es trabajo ocioso, pues me sigue siendo imposible saber si el Malachay va delante o detrás del Richard, o si Patito, Bombom, Nina y la Shapita entran en la categoría de "radiantes" o "deslumbrantes"; no sé exactamente si el Fer, el Poeta Levy,Guilliver,  Rickie, el DocVaquero, Rafa, Rulisfrutilupis, Julius y el Guicho entran en la categoría de "brillantes" o "iluminados"; tampoco termino de convencerme si la Claus, Poly, Pamen, Charo y Gigimeche son "resplandecientes" o "rutilantes", ni si Johanna, Karencias, Abichuelita, AxChinicuil y la Eli  son "Fulgurantes" o "refulgentes".  Y no tengo ni idea, porque los pinches sinónimos no sirven para maldita la cosa cuando de éstas cosas se trata. Además de que yo también le hago a la mamada porque sé que su brillo es incomprensible: Ninguno rescata a nadie del edificio en llamas; ninguno sabe desactivar la bomba nuclear que salva a la ciudad; ninguno levanta la mano y las aguas del rio de los Remedios se abren en dos; ninguno usa disfraz de mallitas y vuela por los aires; es más, si todos ven un cocuyo o una luciérnaga seguro pondrán cara de fuchi con el mugre insectito..y sin embargo, ellos brillan también. A lo mejor es su sonrisa, a lo mejor son sus palabras, a lo mejor es que esa luz sale del corazón y esa sí está cañón que la pueda descubrir. No quiero prescindir de ellos en una biopsia mal hecha que termine en autopsia nomás porque tienen un amigo ocioso que, además, es un pendejo para eso de la medicina. Mejor que sean así. Mejor que sigan siendo medallitas de oropel y que sigan brillando y que sean otros más diestros que yo los que descubran en dónde está su brillo.. total pinche CFE, me va a seguir cobrando aunque viva en las completas tinieblas de mi amada caverna, que para eso si son finos los gueyes.